EUROPA PASANDO POR ROMA

(El Diván - Columna de reflexión)



 

En la historia de la humanidad, muchos han sido los imperios que han caído después de grandes momentos de esplendor. El Imperio Romano de Occidente fue uno de ellos y, comparando con la situación actual de Europa, podríamos encontrar algunas coincidencias que deberían hacer que nos cuestionemos mejor el futuro.


La decadencia cultural suele ser un factor común en el final de los grandes imperios, y Europa actualmente está presenciando un declive en sus valores culturales. Los países de Europa solían ser líderes en arte, filosofía, literatura, música y otros aspectos culturales. Actualmente, estos valores culturales no están siendo valorados y están siendo ignorados. La cultura está siendo reemplazada por agendas políticas y económicas que no permiten el desarrollo cultural en Europa.


En la antigua Roma, la decadencia cultural comenzó después del siglo III, y fue una de las razones por las que el imperio llegó a su fin. En lugar de valorar su rica cultura, los romanos comenzaron a centrarse en el poder y el dinero. La decadencia cultural de Europa puede ser vista como una repetición similar a lo que pasó en la antigua Roma.


Además, la demografía también ha influido en la decadencia cultural europea. A medida que la población de Europa envejece, la juventud no ve la cultura como una prioridad en sus vidas. En la Antigua Roma, el aumento en la población de los bárbaros y la caída en la población de los romanos de origen contribuyó a la caída del Imperio. Actualmente, la demografía de Europa está cambiando drásticamente, lo que también puede ser una señal de que la situación cultural europea podría seguir decayendo.


La educación es otro factor importante en la decadencia cultural europea. Las escuelas y las universidades están cada vez más preocupadas por las cualificaciones y no por la educación integral y el desarrollo cultural. Como resultado, muchos jóvenes carecen de conocimientos básicos sobre la historia y la cultura europea. En la antigua Roma, los romanos también dejaron de valorar la educación en el final de su Imperio. Y no dejemos de los malos usos de la tecnología en la juventud actual...


Europa está presenciando una decadencia cultural en valores que es similar a lo que ocurrió en el final del Imperio Romano de Occidente. La centralización del poder y el dinero, la demografía, la educación y la tecnología son factores que contribuyen a ello. A menos que se tomen medidas para revertir esta situación, Europa podría seguir decayendo culturalmente en el futuro. Es importante valorar y fomentar la cultura en Europa para evitar una posible caída cultural similar a la del Imperio Romano. Y, como solemos incidir muchas veces, todo pasa por la Educación.



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MEMORIA RELATIVAMENTE SELECTIVA


El vertiginoso ritmo de acontecimientos diarios, sumado a la influencia de todo lo social (medios, redes, etc.), nos marcan un camino que a menudo se queda corto para el hecho de abordar la complejidad de este mundo. La sociedad promueve un oportunismo práctico que no siempre favorece la verdadera comprensión de los hechos que acontecen. 


Esto impacta y se refleja de forma clara en que nuestra nuestra memoria es cada vez más selectiva con los contenidos e informaciones recibidas. Podría verse esto como un mecanismo muy útil y maravilloso, pero los sesgos cognitivos, algo que hemos comentado ya en la revista como tema central y también en otras reflexiones, hacen que esta selectividad juegue en nuestra contra. Si además a esa parcialidad de nuestra memoria sumamos los algoritmos de webs, aplicaciones o redes sociales estaremos metiendo otro sesgo a la información recibida, pues esos algoritmos estarían filtrando y decidiendo por nosotros qué vamos a consumir en cosas tan banales como una serie de televisión o ya en temas más importantes como influir en información que pueda dirigir nuestro voto en unas elecciones.


Como el tema de los algoritmos lo trataremos próximamente, voy a quedarme con la primera parte: la memoria. La memoria, que define en gran medida lo que vemos y captamos del mundo, es un asunto que la mayoría de nosotros simplemente aceptamos como una parte inalterable de nuestras vidas. Creemos percibir, procesar y recordar de forma bastante realista y fiel a los hechos, pero hay que tener en cuenta que esos recuerdos que conservamos en nuestras cabezas no se forman en el vacío, sino que son la manifestación de los sesgos que poseemos, sesgos que aprendemos a través de nuestros contactos sociales y de diferentes fuentes externas. ¿Y quién está a salvo de toda esa influencia? ¿Y es siempre constante?


Por eso, aunque creamos que nuestra memoria es como una máquina que guarda el momento exacto y lo recordamos todo con fidelidad, tenemos que ceder, pensar y valorar que nuestra memoria es relativamente selectiva y que falla en captar o dar relevancia a los datos que nos ayudarían a comprender mejor nuestro entorno. Es decir, que hay que asumir humildemente que no siempre vamos a estar en lo cierto.


Y es que la información que conservamos, desde que percibe y se procesa hasta que se recuerda de nuevo, está siendo distorsionada por nuestros creencias y puntos de vista subjetivos, además de influenciada por factores externos.

Si queremos crear un proceso más real que nos ayude a procesar y guardar mejor algunos momentos de nuestras vidas, quizás sea bueno pararnos en el día y repetirnos una frase que puede ayudarnos mucho a crear una memoria selectiva más fiel a los hechos, basada en el momento y el la plena conciencia de lo que sucede a nuestro alrededor. Esa frase es "aquí y ahora". Conectar con nosotros, situarnos en el lugar y en el momento a seleccionar. 

¿MÁS O MENOS VIOLENTOS?


 

Los humanos, al igual que los animales, tenemos conflictos variados a lo largo de nuestras vidas. Desde luchas por el territorio, por el poder y por la supervivencia, los conflictos entre los seres humanos han existido por siglos. Eso a gran escala, pero si pensamos en algo más cercano como discusiones en el trabajo, conflictos con los vecinos y hasta en la conducción, vemos que los estados de ánimo andan algo alterados. 


Reconozco que el punto de la conducción me fascina. ¿Cómo es posible que una persona tranquila en otros ámbitos de su vida se transforme tanto al coger el volante? Por muchas vueltas que le doy, no encuentro explicación. Y como dato significativo destacaría que en apenas siete días he visto tres peleas en plena ciudad en horas de mañana y tarde. Y no, las típicas discusiones de claxon, no. He visto gente a puñetazos parando el tráfico sin importarles nada en ese momento. Una de esas peleas fue porque un coche estaba parado en una esquina dificultando un giro y a un conductor no se lo ocurrió otra cosa mejor que buscar la solución a golpes. 


Pongo como ejemplo la conducción por esos casos que me han llamado la atención, pero andando por la calle, en el transporte público, en el supermercado e incluso en Centros de Salud, he ido apreciando conductas agresivas. ¿Por qué este nivel? ¿Es la impaciencia? ¿La frustración? ¿Será que gusta la violencia en sí?

Conflictos sin duda siempre han existido, pero creo que han tomado nuevas formas a lo largo de los últimos años y se han vuelto cada vez más violentos, lo que me vuelve a plantear preguntas: ¿es este el rumbo de la sociedad moderna? ¿O habrá alguna esperanza de que en un futuro estos conflictos desaparezcan? 


Muchos ven la violencia como algo inevitable, fruto de la falta de valores y de personas cada vez más individualistas, con menos tolerancia a la frustración y con necesidad de recompensas inmediatas. Las personas que sitúan sus posiciones en estos pensamientos creen que los conflictos siempre existirán, aunque sean de diferentes formas. 


Sin embargo, otros ven la situación de manera diferente. Creen que la violencia no es inevitable, sino que es un resultado de la falta de comprensión y respeto entre las diferentes personas. Suelen achacar los conflictos a temas culturales, religiosos e incluso de la educación recibida en el entorno de desarrollo.


Sea una vía o sea la otra, volvemos a algo ya expuesto aquí. La educación debería jugar un papel importante en el crecimiento y desarrollo personal: aportar valores, fomentar la empatía y enseñar alternativas, siempre podrá dará resultados. 

LA BALANZA DEL TIEMPO


 

En el acelerado mundo actual, es más importante que nunca lograr un equilibrio entre el trabajo y el tiempo personal. La cultura laboral de hace unos años creó un un entorno en el que parecía que la única forma de salir adelante era estar conectado con el trabajo 24 horas al día, 7 días a la semana. Sin duda, esta actitud era perjudicial tanto para nuestra salud mental como para nuestra productividad a largo plazo. 


Con la pandemia llegó un punto en el que el trabajo se convirtió en teletrabajo para muchas personas que aún no lo habían experimentado, entrando el mundo laboral directamente en el hogar. Para aquellos que prefieren separar los espacios o les cuesta organizarse fuera de la oficina, fue un momento delicado y de mucho agobio.


Sea de una forma de trabajar o sea otra, disponer de una cantidad adecuada de tiempo libre fuera del trabajo es vital, ya que nos permite recargarnos y cuidarnos física, mental y emocionalmente. Al igual que hacer pausas regulares en el trabajo ayuda también a reducir los niveles de estrés, lo que a su vez mejora la concentración y la productividad en el trabajo. Además, tener actividades que nos gusten fuera del trabajo ayuda a fomentar un sentido de propósito fuera de la oficina; esto nos hace mejores empleados porque tenemos algo más que nos ilusiona al terminar el día. 


La importancia de hacer pausas con regularidad está en que proporcionan a nuestro cerebro el tiempo de inactividad que tanto necesita. Hay estudios que demuestran que hacer pausas durante el día no sólo aumenta la creatividad, sino que también nos ayuda a tomar decisiones más acertadas, dos habilidades esenciales en cualquier entorno profesional. Tener una fuente fiable de actividades divertidas fuera del trabajo ayudará a garantizar que estos descansos estén bien aprovechados; esto podría incluir cualquier cosa, desde aprender nuevas aficiones o habilidades hasta pasar tiempo de calidad con amigos y familiares. 


Por último, tener un equilibrio saludable entre la vida personal y la profesional nos mantiene con los pies en la tierra en nuestra vida cotidiana; evita que nos concentremos demasiado en uno u otro aspecto.  Todos necesitamos alejarnos de las personas o cosas que nos agotan emocionalmente (por ejemplo, compañeros de trabajo tóxicos). A la inversa, tener relaciones significativas con amigos y familiares también es importante para nuestra salud mental; estas relaciones pueden proporcionarnos apoyo cuando los tiempos se ponen difíciles o simplemente proporcionarnos un escape de la realidad durante un rato cuando más lo necesitamos. 

EL PODER DE ASUMIR LOS ERRORES


 

Todos cometemos errores. Esto es un simple hecho de la vida que, sin embargo, a menudo es más fácil decirlo que hacerlo para asumir nuestros errores y seguir adelante. Puede resultar difícil asumir la responsabilidad de nuestros errores, pero hacerlo es esencial si queremos salir fortalecidos después de cometerlos. 


Asumirlos requiere valentía y humildad, pero tiene muchos beneficios. Para empezar, te permite aprender y poder hacerlo mejor en el futuro. Asumir la responsabilidad de los errores demuestra que nos hacemos conscientes de nosotros mismos y que nos esforzamos por mejorar. 


También demuestra madurez, un rasgo importante en cualquier persona que desee desarrollar éxito en su crecimiento personal. Por último, asumir los errores puede ayudar a los demás a vernos más humanos y cercanos, lo que contra lo que podríamos pensar, puede ser beneficioso en entornos profesionales. 


El primer paso para asumir los errores es reconocerlos y admitirlos sin poner excusas ni culpar a los demás. Una vez aceptado el error, tomemos tiempo para reflexionar sobre lo que salió mal y cómo podemos evitar situaciones similares en el futuro: "¿Qué hice mal?" "¿Qué podría haber hecho de otra manera?" "¿Cómo me comportaré la próxima vez?" Esta reflexión ayudará a relativizar la experiencia y dará la oportunidad de aprender de ella. 


Después de asumirlos, hay que aprovecharlos de forma positiva: toma la experiencia como una oportunidad de crecimiento en lugar de considerarla un fracaso o un contratiempo. Si te centras en convertir esta experiencia en algo positivo en lugar de obsesionarte con los aspectos negativos, saldrás fortalecido. Utilizar el error como una experiencia de aprendizaje y aprovecharlos para mejorar en la vida nos reforzará.


Seguir esta dinámica de plantear el error como un aprendizaje será siempre más positiva que la dinámica del error tapado con excusas y críticas hacia los demás. Esas dinámicas sólo llevarán de un error a otro que, cuando son problemas para uno mismo no salen de ahí, pero que cuando suponen problemas para la sociedad son difíciles de entender y justificar. Porque como decíamos al empezar, todos cometemos errores: desde usted y yo, hasta políticos y deportistas, pasando por su vecino, amigos y profesores, aunque no todos tienen la misma repercusión. De ahí la importancia de asumirlos con responsabilidad y corregirlos, sobre todo las leyes

LA ESPERANZA QUE NO DEBEMOS PERDER


 

Cuando éramos niños, la Navidad era la época del año en la que soñábamos con un futuro mejor. Imaginábamos regalos junto al árbol, nieve en las calles y a la familia reunida a nuestro alrededor. Pero como adultos, hemos aprendido que la vida puede ser impredecible y que la esperanza puede ser difícil de alcanzar. Entonces, ¿cómo mantener la ilusión con la que afrontábamos la Navidad de niños y creer en un futuro mejor?


Creer en un futuro mejor requiere que tengamos pensamientos positivos sobre nuestra situación actual y sobre nuestro propio potencial. En lugar de fijarnos en todas las formas en que las cosas podrían ir mal, debemos centrarnos en todas las formas en que podrían ir bien. Esto significa no sólo creer que las cosas saldrán bien, sino buscar activamente soluciones para acercarnos al resultado deseado. También significa afrontar los momentos difíciles con resistencia y fortaleza: no rendirse cuando las cosas se ponen difíciles, sino encontrar la manera de superarlas.


Cuando se trata de creer en un futuro mejor, es importante encontrar algo que nos motive. Puede ser cualquier cosa, desde ayudar a los demás hasta alcanzar los objetivos que nos hemos marcado; sea lo que sea, asegúrate de que es algo que te produce alegría y entusiasmo. Tener algo que nos ilusione puede ayudarnos a centrarnos en nuestros sueños y a seguir trabajando para alcanzarlos incluso cuando la vida se pone difícil.

Objetivos, metas, motivación.


Por último, no olvidemos ser amables con nosotros mismo a lo largo de este viaje. Vivir con esperanza es un trabajo duro: hay que enfrentars a los miedos y asumir riesgos sin saber lo que puede pasar. Nadie espera que tengamos todas las respuestas ni siempre haremos los correcto en un momento determinado. Lo más importante es que creamos en nosotros y en la capacidad para alcanzar los objetivos a pesar de los obstáculos que encontremos en el camino.


Creer en un futuro mejor no es fácil, pero es posible si nos mantenemos positivos, encontramos la motivación que nos impulsa a seguir adelante y practicamos la amabilidad con nosotros mismos a lo largo del camino. 

Con estas herramientas a nuestro lado, podemos seguir soñando en grande para nosotros y para los que nos rodean.

LO DESCONOCIDO APARECE EN CONVERSACIONES


 

Cuando nos encontramos en el portal o en el ascensor con un vecino, generalmente recurrimos a hablar del tiempo. Si es con un conocido en el supermercado, lo más habitual en estos tiempos es comentar "lo caro que está todo". Con los amigos las historias de tiempos pasados no suelen faltar y si estamos en familia, los temas serán diversos: de política al bitcoin, pasando por fútbol, cotilleos y la última tendencia absurda vista en redes sociales.


Entre todos los temas posibles a tratar en las situaciones anteriores, el misterio suele aguardar en un plano discreto, en una tercera o cuarta fila residual. Sigue teniendo un halo de tabú y se evita por lo general, pero cuando alguien hace una referencia o empieza a contar algo, se hace el silencio y los oídos se ponen atentos. Son temas que aunque de primeras no se sacan, fascinan a la mayoría de los que escuchan. Lo más curioso de todo es que en cuanto se abre la conversación al misterio y a los fenómenos paranormales, más de uno empieza a contar alguna vivencia ocurrida en primera persona o que le ha pasado a alguien muy cercano.


Porque a todos, en mayor o menor medida, les ha pasado algo que les cuesta entender o que no se pueden explicar fácilmente. Que quieran o no contarlo o que le den importancia, es otra cosa. Pero si te pones a comentar ahora mismo con las personas que tengas más cerca, probablemente te sorprenderán contándote algo que no conocías relacionado con estos temas. 


Porque hablar de lo paranormal no es sólo cosa de "charlatanes" o de quienes gustan de inventar historias. Resulta significativo saber que también hay personas con estudios elevados y profesionales de diversos ámbitos, con una vida social completamente normal, que han tenido experiencias muy curiosas relacionadas con este tema. Y no sólo se trata de "ver fantasmas u OVNIS". Hay muchos más fenómenos que han sido experimentados por personas que, después del suceso, no saben cómo clasificar lo ocurrido, como por ejemplo con la precognición o en las experiencias extracorpóreas.


También resulta interesante conocer que, más allá de nuestras charlas informales acerca de estos temas, la ciencia está cada vez más interesada en arrojar algo de luz al respecto de temas habituales del misterio. Hay diversas investigaciones sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM) y la NASA tiene un grupo para la investigación de los OVNIS, cuyos primeros resultados se conocerán en el verano del 2023. Puede que pronto se hable más de ello.

¿QUÉ FUE DEL PERIODISMO VALIENTE?


 

Hubo un tiempo en el que los periodistas inquietaban a los poderosos y a los gobiernos. En aquellos días, el periodismo era verdadero, crítico y valiente. Los periodistas dejaban su huella, exponían las injusticias y denunciaban la propaganda. ¿Qué ha pasado? 


Hoy en día, el periodismo está siendo asfixiado. Los medios de comunicación están siendo comprados, los periodistas están siendo silenciados y la verdad está siendo enterrada. La propaganda se está expandiendo y el poder está manipulando la información. 


Algunos periodistas actuales tienen miedo, y con razón. Están siendo atacados, amenazados e incluso en algunos lugares, asesinados. No pueden hacer su trabajo de forma libre e independiente. Cualquier discurso que se salga de lo oficial o de lo que interesa a los que mandan parece no valer.


Si no defendemos al periodismo verdadero, si no luchamos por la libertad de expresión, estaremos enterrando en parte nuestra democracia. Y en eso tienen culpa también los que dirigen los medios. Están más interesados en recibir subvenciones y ayudas en forma de publicidad institucional que en generar contenidos de calidad. Y ya se sabe que, como bien dice el dicho popular, "no muerdas la mano que te da de comer".


Luego también nos encontramos con el problema de las noticias y contenidos falsos: cuesta saber dónde está la verdad. En este "salvaje oeste" de Internet, cualquiera puede decir lo que se le ocurra. Y muchos lo hacen por dinero o por razones políticas. 


Debemos tener cuidado de no confundir la opinión con el periodismo. Es importante tener opiniones, pero deben estar basadas en hechos. Hoy en día, parece que cada vez hay más gente a los que no les importa la verdad con tal de que se escuche su opinión. Sale muy barato soltar bulos y confundir.


Si queremos recuperar la esencia del periodismo, debemos luchar por ella. Debemos exigir que se permita a los periodistas hacer su trabajo sin miedo ni amenazas. Debemos exigir que las empresas de comunicación inviertan en contenidos de calidad y no en información falsa y que no vivan de publicar contenido institucional dirigido por gobiernos y empresas. 

Sólo así podremos salvar la confianza y credibilidad del periodismo.

EL COLEGIO DEBE RECUPERAR SU ESENCIA


 

A menudo se dice que la educación es la clave del éxito. Esto se debe a que con una buena educación se obtienen mayores oportunidades en la vida. 


Una buena educación puede abrir puertas que de otro modo estarían cerradas y proporcionar a una persona las herramientas que necesita para triunfar.


Una de las cosas más importantes que la educación hace por alguien es enseñarle a pensar de forma crítica. En nuestra acelerada sociedad, es fácil limitarse a consumir información sin detenerse a cuestionarla. Sin embargo, si no nos tomamos el tiempo de examinar críticamente la información que nos dan, podemos acabar creyendo cosas que no son ciertas. Una buena educación nos enseña a cuestionar la información que nos dan y a buscar pruebas que la apoyen o la refuten. 


Las habilidades de pensamiento crítico no sólo son importantes en la escuela, sino también en el lugar de trabajo. Los empresarios valoran a los empleados que saben pensar de forma crítica y que pueden resolver problemas (en la actualidad, muchos puestos de trabajo exigen que los empleados tengan habilidades para resolver problemas y la capacidad de pensar de forma innovadora). 


Además de enseñarnos a pensar de forma crítica, una buena educación también nos proporciona conocimientos y comprensión del mundo que nos rodea. A lo largo de la historia se han producido muchos avances en ciencia, tecnología y medicina. Estos avances no habrían sido posibles sin una población educada. 


Con cada nueva generación, añadimos al conocimiento colectivo de la humanidad y nos acercamos a la solución de algunos de los problemas más acuciantes del mundo. Y claro, después de pensar en los beneficios que puede aportar una buena educación, necesaria como vemos tanto para los individuos como para la sociedad en su conjunto, uno se pregunta por qué los políticos de turno sacan leyes que van contra el pensamiento crítico, la esencia pura de la educación. 

PROGRAMANDO LA CAÍDA PERFECTA


Desde tiempos inmemoriales, el ser humano miraba al cielo y deseaba volar. Con el tiempo aprendió a hacerlo y, aunque no podemos volar al nivel de los pájaros, el ingenio y la tecnología lo hizo posible.

Una vez que ya logramos volar, nos planteamos si podríamos saltar desde grandes alturas y caer con éxito. ¿Sería posible programar la caída perfecta? La ciencia nos dijo que sí. 


Según los físicos, si pudiéramos caer de tal manera que nuestro cuerpo estuviera en perfecta alineación con la gravedad, podríamos amortiguar el impacto y evitar lesiones. ¿Pero hasta qué altura podríamos sobrevivir o conseguir minimizar al máximo las consecuencias del impacto? Ahí las respuestas no son ya tan unánimes.


Lo curioso de plantearnos esta segunda pregunta es si lo realizamos por el miedo a las posibles caídas una vez estamos en el aire o si son motivadas por el propio morbo de saber qué pasará.


Si es por lo primero, cualquier conocimiento y formación para la supervivenvia siempre será bienvenida. Pero si es por el morbo... ¿qué necesidad?

Pero es que el morbo alimenta partes del ser humano que se mueven entre su curiosidad por experimentar en primera persona y el disfrute de ver en ciertas situaciones a otros.


A día de hoy, el morbo hacia los demás tiene mucho tirón y hace que vivamos situaciones surrealistas e incluso desagradables. Incluso podríamos decir que la cuestión de la caída perfecta se ha trasladado a diferetes apartados del ámbito social, como un experimento a gran escala en el cual los políticos plantean escenarios y dirigen las acciones con decisiones que se endosan a inexistentes expertos y, lo peor de todo, con nula evidencia científica y cero ética moral.


Si perdemos el timón de los valores y dejamos de lado a los expertos de verdad, las sociedades comprobarán empíricamente lo que supone una caída perfecta.

EL COSTE DE UNA SIMPLE OPINIÓN


¿Alguna vez se ha sentido mal tras decir lo que pensaba? Meteduras de pata tenemos todos y en ese caso rectificar suele ser una "sabia" decisión, pero en esta ocasión me refiero al malestar tras ver que un comentario sin más recibe una desaprobación y ataques que parecen irracionales y desproporcionados.


Este fenómeno se da mucho en redes sociales como Twitter, donde la interacción al no ser cara a cara ni tener otra "metainformación" sobre lo comentado (contexto, antecedentes, etc.), da lugar a malentendidos que a veces se resuelven tras intercambiar varios mensajes y otras veces generan polémicas que se vuelven virales.


Como en todo, lo temas políticos, deportivos y de fenónemo fan suelen ser terrenos abonados a la polémica constante y hasta gratuita. Y es que existe también determinada gente que disfruta en el barro de la discusión, más aún si se esconden tras avatares y la difusa falsa identidad que se adquiere en los espacios virtuales.


Tener autocontrol y contar hasta 10 antes de entrar en debates subidos nos ahorrará disgustos mentales, emocionales y hasta para el bolsillo, porque cada vez son más las personas que hartas de recibir insultos o amenazas por manifestar su opinión de forma moderada están decidiendo actuar frente a ello.


Y no me parece mal. Creo que cualquiera debe ser responsable de sus actos/palabras y afrontar las consecuencias de ello, que para eso vamos teniendo una edad. Lo que si me parece mal (y sobre todo irresponsable) es leer a políticos o personajes públicos participando en ataques o poniendo en el punto de mira a personas por no pensar como ellos o rebatir sus comentarios.


Si la política actual ha de vivirse y valorarse a golpe de tweet, mal vamos. Porque así sólo quedarán palabras que con el tiempo se desvanecerán y la verdadera política será un modo de vida sin carácter de servicio público al ciudadano, ya sea éste o no, tuitero.

IDENTIDADES ROBADAS Y PERDIDAS


Hace unos años, allá por el 2018 y en un centro deportivo de cuyo nombre no quiero acordarme, un sujeto se dedicó a robar en los vestuarios mientras disputábamos un partido. Carteras, móviles y llaves fueron su botín. 


Inmediatamente se denunció el hecho y cuando ya parecía quedar lejano, el verano pasado un mail que al principio consideré el típico de fraude (pero menos mal que revisé) me alertaba del uso de mi DNI tratando de hacer una compra a plazos. Inmediatamente volví a comisaría para denunciar el hecho pero a día de hoy, pocas novedades al respecto.


Tuve la "suerte" de enterarme porque la entidad a través de la que querían financiar su pedido había sido la misma con la que pagué la compra de mi coche. Por eso enviaron información a mi correo y entre otras cosas tuve conocimiento de que habían hecho unas nóminas para tratar de completar el pago de compra.


Posiblemente haya pasado en otros establecimientos y no descarto recibir nuevos avisos más adelante, pero desde ese momento he intentando minimizar aún más la publicación o cesión de datos personales, aunque creo que sirve de poco o nada; el delincuente siempre va por delante y muchos conocen la ley tan bien que saben hasta dónde pueden llegar sin tener el más mínimo problema.


Esta situación, además de preocupación e indefensión, a uno le genera muchas preguntas y dudas con la legislación vigente. Porque hay cuestiones que son muy díficiles de entender, como ocurre con el tema de la ocupación.


No entrando en ese debate, en mi caso la identidad ha tratado de ser robada. Pero si pienso en aquellos desplazados por las guerrras veo que a ellos directamente se les está quitando la identidad, borrando en segundos todo lo que han vivido hasta ahora. Y si me cuesta imaginar la ocupación de una casa, no le cuento lo que pienso de ocupar un país.

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